Cuando un tío o una tía se te acerca en un bar, la vanidad se dispara. La mente sufre una especie de éxtasis en el que nos sentimos el centro de algún universo, en la cúspide de una montaña que es el saberse deseada. Pero la montaña se convierte en rusa y cuesta abajo, cuando el ego del tío o la tía es tan grande que solo habla de si y de lo que se gusta a si mismo/a. Hay egos que no tienen límites.
Nuestro ego sí. Habéis conocido nuestras caras,
manos,
brazos,
y cuellos,
y probablemente esto sea lo último que conozcáis, porque la vergüenza nos impedirá salir a la calle a partir de ahora.
La webera de hiteibar
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Chismorrea que eso vende